domingo, 28 de agosto de 2011

¿Quién guía a las ovejas?


Queremos ser libres, sí, queremos ser libres, pero no sabemos de qué (o de quién) específicamente.  La vida que llevamos tiene que estar constantemente estimulada, bajo cualquier factor químico farmacológico, vicio etc.  Porque de lo contrario, sentiríamos el peso que nos explota y nos revienta a diario, poco a poco.  Envejecemos muy rápido y no sabemos por qué, estamos cansados y tampoco sabemos de qué.  Paradójicamente, el mundo lo hacemos cada vez  más cómodo (en lo relativo a tecnología). ¿O será que nos asqueamos de tanta comodidad? Tales son, las dos caras de la tecnología: Una para manipularnos-explotarnos,  y la otra para ayudarnos a sobrellevar dicha explotación (idiotizándonos).  Ahora bien, ¿Cuándo se manifiesta esa oprobiosa necesidad de “librarnos de algo”?...cuando nos quedamos solos y tranquilos, cuando tenemos que, forzosamente, confrontarnos a nosotros mismos (sin la amortización de terceros). 
Pero, ¿Qué hay de malo en no soportarse a sí mismo?, parece una cosa de menos, parece una bobería.  Habría que verlo en proyección.  Ese mundo que nos “amortigua” de nosotros mismos, poco a poco nos va echando a un lado.  Cuando las mujeres se embarazan, cuando nosotros  envejecemos o enfermamos,  nos devaluamos.  De lo contrario, no habría tanta gente dejando a sus ancianos en asilos, a sus enfermos en hospitales y a sus niños en guarderías.  El mundo nos va echando a un lado, cuando bajamos nuestro nivel de producción, por aumentar nuestra calidad de vida. Entendiendo por calidad de vida: Poder pasar más tiempo haciendo mejores personas y mejores familias, no así tener más dinero o comodidades. Es una realidad triste pero inevitable.  En el momento en que la sociedad nos deseche, irremediablemente tendremos que aprender a vivir con nosotros mismos.  Luego, por qué no empezar  a hacerlo desde ya, tomando responsabilidad de nuestras vidas. 
Empezar a separarnos de la sociedad, y sus agrupaciones sectarias.  Empezar a conocernos internamente.  En la vida de todo individuo, siempre llega un momento en el que no podrá seguir achacando su existencia a otros.  Es una pena que dicho momento sea visto como una desgracia postergada, ya en las postrimerías de nuestras vidas, cuando somos viejos y valemos muy poco para el mundo.  El momento de cada individuo, para afrontarse a sí mismo con honestidad y verdad, es TODO MOMENTO en la vida de dicho individuo.   ¿Por qué sentarnos a esperar que la tecnología nos declare obsoletos?, acaso ¿No debiera ser al revés?.
A los niños y adolescentes, los padres tienden a resolverle todo.  Negándoles la oportunidad de resolver por ellos mismos.  La percepción de responsabilidad sobre nuestros actos, nace del intento y la asimilación del retorno de la acción (para bien o mal del ejecutor).  Al no darle cabida al éxito y al fracaso (en igual proporción) dentro de  la vida de nuestros hijos, evitamos hacerlos responsables de sus actos (algo fundamental en la formación del individuo). Ahora bien, en una sociedad de “máxima productividad”, hay poco tiempo para enseñar, y mucho menos para corregir.  En consecuencia, educamos (no formamos) individuos.  De allí que crezcan seres con excelente nivel profesional, que son un desastre como personas.  (Pero eso no le interesa a la sociedad de “máxima productividad”, que sólo ve al individuo como ente productor, jamás como persona). De hecho, la educación y formación de nuestros hijos ya no está en  nuestras manos (con dos horas al día, no se forma a una persona).  Nuestra sociedad de “máxima productividad”, ha hecho que las ocho horas más útiles de nuestro día, y otras cuatro más de preparación y congestionamiento vehicular, las dediquemos a la ganancia de otros (que eventualmente nos subvaloran, en sentido personal y monetario).
  
La educación y formación de nuestros hijos está en manos de las niñeras, los maestros y si es posible una sicóloga (para que el chiquillo se porte bien y “haga caso”).  Dicho sea de paso, en muchos centros educativos la enseñanza se centraliza en “aprender a seguir instrucciones”. Los maestros (sin ánimo de generalizar) no tienen tiempo de variar metodologías (en el material, ni en las pruebas) sólo las copian de algún lado y luego exigen a sus estudiantes “no hacer lo mismo” (copiarse en las pruebas).  Se sataniza a quien fracasa, y se premia al que mejor copie el modelo.  En conclusión: No formamos a nuestros hijos, sólo los entrenamos para que obedezcan y se copien de otros.  
Ahora bien, ¿Qué podemos esperar de adultos generados bajo este esquema?...hogares fuera de balance (que van a requerir más sicólogos, terapeutas etc.)  Esposos sobrecargando todo en sus esposas, o viceversa.  Roles traslapados, usurpados y evadidos.  Traspasándose entre ellos la administración del hogar, toma de decisiones e inclusive la autoridad.  Personas confundiendo el concepto de “autoridad”, con cualquier forma de maltrato (físico, verbal, mental u emocional). Así las cosas, no pocas veces quedará un cónyuge al mando y el otro cómodamente relegado (por no decir, evadido). En el peor de los casos, terminarían exponiendo al hogar a la presencia de un tercero indeseable (algún tipo de relación extramarital).  Luego, mientras  que los padres resuelven sus problemas de de individuo y de pareja, ¿Qué le queda a los hijos? ¿Qué será de estas personas cuando adultos?  ¿Será que podremos esperar mejores cosas de ellos, que de sus padres?  A mi parecer, sólo podríamos esperar de ellos, que sigan el mismo modelo de sus padres, pero aún más degradado.  Un modelo que en lugar de formar personas, las deforma, generando profesionales de altísima calidad y mucha más productividad. 
 
Un modelo de productos, no de personas.  El modelo ideal de toda sociedad que se considere “de máxima productividad”: Humanos deformados.  Una sociedad compuesta de personas que sólo han vivido copiando modelos, que jamás han tomado responsabilidad sobre sus actos,  que siempre han vivido sometidos a una figura de mando en su vida personal o laboral.  Una sociedad así, termina alienándose en un grupo de individuos que surgen para aprovechársele.  En ese momento nacen los gobiernos tiránicos, las dictaduras etc.  . Luego, entre tanta frustración personal y colectiva, el individuo (que no ha hecho más que alienarse en figuras de mando oportunistas) entiende (por fin) que su vida no es lo mejor.  ¿Por qué? Porque no es suya, es ajena, es de otros. Luego (como consecuencia) empezamos a estimularnos con substancias farmacológicas (drogas, bebidas energéticas, sexo, trabajo, compras compulsivas, religión etc.) .  Cualquier cosa que nos permita alienarnos del “vacío interno”, y del mundo sobre el cual “flotamos”. Sin embargo, la presión es demasiado alta y el dinero no nos alcanza (dado que ni siquiera nos facilitan los mecanismos de huída, gratuitamente).  En consecuencia, la sociedad se vuelve mucho más violenta y explotamos.  Explotamos de la forma más dañina e improductiva que existe, sin saber por qué, ni para qué.  Y a veces sólo explotamos como escape, es decir, de pronto aparece un loco y mata a varios, en un arranque de ira muy personal.    O simplemente, algunos avispados organizan la explosión en masa y a escala, con ataques sociales de alta envergadura y daño (protestas, guerras internas o guerras externas).
Estas palabras suenan un poco fuertes, pero han sido dichas de esta forma sólo para sacudir a quien las lea y las escuche.  Desde luego, siempre considerándome parte del rebaño.
 
A la especie humana, habrá que meterle mucha “energía” y luz, para poder sacarnos adelante.  Eso lo digo como individuo.  Sí, queremos ser libres, pero  ¿De qué? ¿De quién?, ¿Estamos conscientes de quién es el que, al final de cuentas, guía a las ovejas?.  Seguiremos en el ciclo, mientras culpemos a Dios, al diablo, a los políticos, al vecino, a nuestros esposos, a nuestros compañeros de trabajo, a los extraterrestres. Hay tanta gente siendo víctima y victimarios de este sistema, que es prácticamente imposible detectar quién está al final de la cadena.  Y bien pudiéramos especular mucho al respecto, de hecho, llevamos milenios haciéndolo. Sin embargo, existe un punto: El humano (por derecho otorgado por El Creador)  jamás podrá será ser sometido, de cualquier forma que no involucre la voluntad propia (de allí la necesidad de mantenernos engañados).  Para poder ser libre, tal vez no precisemos saber quién está detrás de este asunto, porque así nos han traído todo el tiempo, buscando culpables.  En primera instancia, tendríamos que replantearnos completamente como individuos, aparte, y no como parte, de esta sociedad enferma.  Eliminando toda expectativa o proyección de vida, que no aporte positivamente a nuestro ser humano (no así a nuestros bienes materiales).  Después de haber librado esta terrible batalla para con nosotros mismos, repetir la misma fórmula pero a nivel familiar.  Luego, replantear nuestros hogares, eliminando toda expectativa o proyección de vida, que no aporte positivamente a nuestro hogar (pero no así a nuestros bienes materiales).  Finalmente, repetir la misma fórmula a nivel social.  Es decir, replantear nuestra sociedad, eliminando toda expectativa o proyección de vida, que no aporte positiva y colectivamente al mayor bien social.  
 
En papel esto se lee muy bonito, otra cosa sería en la acción.  Suena absolutamente imposible de realizar.  Sin embargo, yo prefiero creer en eso, que aceptar irremediablemente la extinción de nuestra especie.  Y es precisamente ese sentido derrotista, obscuro y negativo del hombre, lo que nos ha llevado donde estamos.  Tanta incapacidad a la hora de creer, de confiar, de soñar o querer, evita que podamos volver a creer los unos en los otros.  Tal vez nos haga falta un poco de amor propio, y de amor a nuestra especie.  Porque finalmente, la última palabra la tendremos nosotros mismos.

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